Vino | 26 enero 2022

Conoce a Baco: el dios del vino

El vino ha sido uno de los alimentos más importantes para los seres humanos desde siempre, prácticamente desde los primeros momentos en los que se tiene constancia de su...

6 min. de lectura | por Marqués del Atrio

El vino ha sido uno de los alimentos más importantes para los seres humanos desde siempre, prácticamente desde los primeros momentos en los que se tiene constancia de su aparición, para lo que tenemos que remontarnos más de 8 milenios atrás en nuestra historia. Hoy en día es una de las bebidas más consumidas en el mundo y, ciertamente, una de las más especialmente valoradas por todo lo que representa. Y es que el vino no es solo un alimento más, sino que alrededor de él hemos creado todo un universo de ideas, pasiones y experiencias. El vino simboliza reunión, celebración y disfrute. El vino es salud, fuente de inspiración y cultura. Se trata de un producto de la tierra, y del trabajo de los hombres y mujeres, que ha adquirido una dimensión y una importancia propias para la mayoría de culturas del mundo. Una importancia del vino que tiene su origen en las mitologías clásicas, principalmente en la mitología griega y en la romana. 

Estas civilizaciones antiguas basaban su sistema de creencias en religiones politeístas y, de esta manera, contaban con dioses que se asociaban a diferentes aspectos de la vida y también a representaciones de muchos de los fenómenos que tienen lugar en la naturaleza. En el caso de la Roma Antigua, la mayoría de estas deidades fueron tomando forma en base a figuras equivalentes de la cultura Griega. Así, contaban con un dios principal y el más importante de todos, Júpiter, inspirado en la figura griega de Zeus. Y alrededor de él, se desarrollaba todo un árbol genealógico de dioses de diferente categoría para simbolizar y encarnar ciertos aspectos de la existencia humana especialmente relevantes para la cultura romana. Encontramos a personajes mitológicos como Neptuno (equivalente al griego Poseidón), el dios de los mares; Venus (Afrodita), la diosa de la belleza, del amor y de la fertilidad; Marte (Ares), dios de la guerra; Ceres (Deméter), la diosa de la agricultura y de la tierra; y tras un interminable etcétera, llegamos hasta Baco, el dios romano del vino, inspirado en su deidad equivalente griega, Dioniso. 

Hoy nos proponemos conocer un poco mejor a esta figura de Baco, dios romano del vino. Descubriremos quién era, cuál es su historia y explicaremos la importancia de su figura —y en consecuencia, la importancia también del vino— para los habitantes de la Antigua Roma. 

Origen e historia de Baco, dios romano del vino

Como bien decimos, para encontrar el origen de Baco, el dios romano del vino, debemos buscar en la tradición religiosa de la Antigua Grecia, en donde hallaremos la referencia directa a Dioniso, la deidad griega del vino y de la fertilidad. Uno de los 14 dioses del monte Olimpo, los más importantes para aquella vieja cultura a la que tanto le debemos los que formamos parte de la civilización occidental actual. Así pues, Baco sería la versión romanizada en la que se adoptó la figura de Dioniso en el Imperio Romano. Un dios dedicado al vino, a la vid y a la fertilidad. Deidad también de los trabajos del campo y de la agricultura, a él se encomendaban los campesinos griegos y romanos para pedir una cosecha fructífera. Un dios inspirador, encarnación divina de artes como el teatro o la música. Dos formas, Baco y Dioniso, de personificar todo el universo simbólico que aglutinaba el vino para estas antiguas civilizaciones: un alimento que era disfrute, creación, prosperidad y alegríaUn vino celebrado, compartido y presente de forma transversal en todas las clases y estratos sociales. Y también fundamental como elemento dinamizador de numerosos rituales religiosos. 

Hallado el origen de Baco, para conocer su historia debemos volver a referirnos directamente a la del dios griego Dioniso. Hijo directo del dios supremo Zeus, el nacimiento de Dioniso fue fruto de una infidelidad de este hacia la diosa Hera. La madre del dios del vino fue Sémele, una mortal que, según cuenta la mitología griega, habría sido engañada por Zeus al adoptar este forma humana para conseguir materializar sus deseos carnales con ella. Tras descubrirse el engaño gracias a la astucia de Hera, Sémele renegó de Zeus, lo que terminó costándole la vida, al fulminarla el dios supremo con un rayo antes del nacimiento de Dioniso. Zeus tomó al niño y se lo injertó en la pierna para que este pudiera terminar de formarse, después de lo cual volvería a nacer. Hecho esto que le daría el nombre de Dioniso, que significaría en griego antiguo algo así como “nacido dos veces”. Para alejarlo de Hera, Dioniso fue criado por ninfas en Nisa, lugar lejano al oriente de Grecia. 

Más adelante, ya crecido, se le atribuye a Dioniso el hecho de descubrir la planta de la vid, sus frutos y la obtención del vino. A partir de ese momento, Hera se cobraría la venganza de la infidelidad de Zeus, haciendo que Dioniso perdiera la lucidez, se embriagara y comenzara a vagar sin rumbo. Unas andanzas en las que estaba acompañado de toda una cohorte de sátiros y ninfas, y en las que el uso recreativo del vino como medio hacia el frenesí y como propiciador de la fiesta era un elemento recurrente e indispensable. Tras su particular odisea, Dioniso volvería victorioso al Olimpo, acompañado de su mujer Ariadna, “la más pura”, princesa de Creta. 

El Triunfo de Baco. Diego Velázquez
El Triunfo de Baco. Diego Velázquez

El culto a Baco en la tradición romana

Adquirida la deidad griega para la propia cultura romana y rebautizada bajo el nombre de Baco, el culto al dios del vino, de la vid, de la fertilidad, de la música y del arte se materializaba en las conocidas como bacanales. Estos ritos iniciáticos consistían en fiestas de exceso y frenesí en las que el vino era el principal detonante y leitmotiv. 

Inicialmente, allá por el 200 a.C., las bacanales eran atendidas únicamente por mujeres y se celebraban de manera periódica y secreta. Con el paso del tiempo, el culto a Baco y la participación en las bacanales se abrió también a los hombres. Su aceptación fue creciendo rápidamente y las celebraciones aumentaron su frecuencia, llegándose a celebrar tres, cuatro y hasta cinco bacanales en el mismo mes. Su popularidad fue especialmente bien acogida entre las clases más bajas de la población romana: mujeres, esclavos y mendigos. Para ellos, Baco era el dios de la libertad que, a través de las bacanales, les permitía evadirse de la vida cotidiana, abandonar el estado de lucidez y alcanzar el éxtasis por la intermediación del vino. 

Quizá esta forma de entender el vino de los antiguos romanos y griegos nos resulte hoy en día algo lejana. Sin embargo, si lo pensamos, el vino sigue siendo para nuestra cultura sinónimo de fiesta, de celebración, de alegría y de inspiración creadora. También de fertilidad, con todo lo que representan las fiestas de la vendimia para todas aquellas tierras donde se produce vino, como es el caso de La Rioja. Sea como fuere, ahora conocemos un poco mejor la historia de Baco, el dios romano del vino. Y también de Dioniso, su precursor griego. Dos figuras que son una. Y que nos ayudan a entender la importancia que este alimento que es el vino ha tenido para la humanidad desde los inicios mismos de nuestra historia. 

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