El color del vino puede contarnos muchas cosas sobre él. No en vano y como ya sabemos, al degustar –o al analizar– cualquier vino durante una cata, la primera de las fases de la misma, la visual, está dirigida precisamente a descubrir todo lo que nos cuenta el vino a través de su color. Y no nos referimos únicamente a si un vino es blanco, rosado o tinto, o a qué tonalidades concretas puede mostrarnos un vino dentro de un abanico de colores. Sino que hablamos de todos los matices visuales que puede expresar un vino y de cómo estos nos dan multitud de pistas sobre el tipo de vino que tenemos delante: las posibles variedades de uvas empleadas en su elaboración, el tipo de crianza que se le ha podido dar al vino, cómo ha sido su evolución en botella, etc.
Por todo ello, en este artículo vamos a tratar de desentramar toda esa información que nos da un vino a través de su color. Para hacerlo, y centrándonos principalmente en el caso de los vinos tintos, descubriremos cuáles son los factores más determinantes a la hora de definir el color de un vino.
Y para terminar, conoceremos dos magníficas propuestas de Marqués del Atrio perfectas para disfrutar del vino a todo color: Marqués del Atrio Crianza y Marqués del Atrio 2 Cepas. ¿Te animas a descubrir todo lo que tiene que contar el color del vino?
¿Cuáles son los factores que influyen en el color del vino?
1. La variedad o las variedades de uvas seleccionadas
La esencia del color del vino proviene de las partes sólidas de la uva y de la vid. Por ello, la variedad o variedades de uvas seleccionadas para la elaboración del vino serán fundamentales a la hora de determinar su color. Durante la fermentación, el mosto que después se convertirá en vino compartirá un cierto tiempo junto con estas partes sólidas: hollejos, pulpa, raspón, pepitas, etc. Y es en durante este momento cuando estas partes de la vid transfieren al mosto parte del color que mostrará después el vino, al cederle ciertos compuestos bioquímicos, como los famosos antocianos responsables de la tonalidad del vino tinto. Así, en el caso de los vinos tintos, la presencia y concentración de una mayor o menor cantidad de antocianos, así como el tiempo de convivencia con el mosto durante la maceración y la fermentación, definirán parte del color del vino. Desde vinos rojos cereza brillantes, a tintos con reflejos más azulados.
2. El tipo de vino a elaborar
La variedad o variedades de las uvas no son el único elemento configurador del color del vino. Y es que la forma de elaboración y su crianza, como veremos en el siguiente punto, también tienen mucho que aportar. Sin embargo, la variedad de la uva va a ser mucho más determinante en determinar el color en la elaboración de vinos jóvenes, tanto tintos, como blancos y rosados. Y es que en estos vinos el tiempo de crianza suele ser limitado o directamente inexistente. Así, la variedad y el contacto con los hollejos durante la fermentación (o la ausencia del mismo) determinará el que obtengamos vinos blancos más o menos claros, con tonalidades más amarillentas o más verdosas, etc. Lo mismo sucederá en el caso de los vinos rosados, en el que el tiempo de estancia con los hollejos durante su elaboración será fundamental a la hora de definir la cantidad de color que mostrará el vino. Y finalmente, en el caso de los vinos tintos jóvenes, este mayor o menor contacto entre el vino y las partes sólidas de la vid influirá en que el vino muestre colores más o menos intensos.
3. La edad y la crianza del vino
Sobre todo en el caso de los vinos tintos, el tiempo de crianza va a ser otro de los elementos diferenciadores a la hora de componer el color del vino. Estos vinos son sometidos a un tiempo de crianza en barricas de roble francés y/o americano que puede ir desde unos pocos meses hasta varios años.
Durante este tiempo, la madera de las barricas cederá parte de su carácter al vino, modificando no solo su aroma y su sabor, sino también su color. Así, el color de los vinos tintos irá evolucionando según pasen más o menos tiempo en las barricas. Y continuará haciéndolo también en el posterior tiempo de estancia de estos vinos en botella.
Durante estos períodos, tanto en la barrica como en la botella, los vinos están expuestos a un constante proceso de microoxigenación muy lento y controlado. Un proceso que permite el desarrollo de reacciones de oxidación muy lentas, lo que hace evolucionar el color del vino.
De esta manera, partiendo desde los tonos violáceos y púrpuras de los vinos tintos más jóvenes, los vinos Crianza comenzarán a manifestar tonalidades más puramente rojas. Los vinos Reserva, por su parte, mostrarán tonos más terrosos y anaranjados. Y por último, los vinos con crianzas más largas, los Gran Reserva, podrán mostrar notas cromáticas cercanas a los ocres o a los tonos ámbar.
Por otra parte, además de modificar el matiz esencial de color de los vinos, la crianza y la guarda modificarán también otras dos características muy importantes a la hora de conformar el carácter visual de un vino. Por un lado, el mayor tiempo de guarda hará que los vinos vayan evolucionando hacia colores menos brillantes. Y por otro lado, los vinos con mayores tiempo de crianza irán perdiendo opacidad con el paso del tiempo.
Estos dos aspectos, así como el propio matiz cromático del vino, pueden ser apreciados muy fácilmente examinando la “capa” del vino. Para ello, sólo tendremos que observar la copa inclinada al trasluz, situándola frente a una superficie blanca, como una servilleta o un mantel.
Marqués del Atrio Crianza y Marqués del Atrio 2 Cepas
Para continuar aprendiendo sobre el color del vino tinto y sobre todos los matices que este puede desplegar, desde Marqués del Atrio proponemos la cata de dos de nuestros vinos más emblemáticos: Marqués del Atrio Crianza y Marqués del Atrio 2 Cepas.
Marqués del Atrio Crianza
Elaborado con uvas de las variedades tradicionales Tempranillo y Graciano y sometido a una crianza de entre 12 y 14 meses en barricas de roble francés y americano, nuestro Marqués del Atrio Crianza es una magnífica muestra del color rojo picota intenso característico de los mejores crianza de Rioja. Un vino especiado y elegante, con un aroma que nos recuerda a las frutas negras maduras, a las ciruelas pasas o al regaliz. De taninos firmes y final persistente, es perfecto para disfrutar junto con quesos semicurados, embutidos, patés o carnes rojas a la brasa.
Marqués del Atrio 2 Cepas
Este magnífico blanco de Rioja lo elaboramos a partir de uvas de la variedades tradicionales Viura (50 %) y Tempranillo blanco (50 %), cosechadas en un viñedo enclavado en la zona privilegiada de Mendavia, en la Rioja Oriental, altamente influenciada por el paso cercano del río Ebro.
Un vino que muestra un color amarillo pajizo extraordinariamente limpio y brillante. Los 10 meses de envejecimiento en barricas de roble francés contribuyen a componer el color, el aroma y el sabor de este blanco de guarda de Rioja. De aroma fino y elegante, nuestro Marqués del Atrio 2 Cepas despliega notas frutales de piña, mango y cítricos, en combinación con toques florales, avainillados y tostados. En boca es fresco, sedoso y con volumen. Un blanco de guarda ideal para servir con cualquier aperitivo o para degustar junto con platos de marisco, pescados a la brasa, carnes blancas y arroces.
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